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Sorteando una carrera de constantes obstáculos, la primera
gran caravana inmigrante cumplió este martes un mes de un camino escabroso y
minado de amenazas del presidente Donald Trump, pero se mantiene determinada a
alcanzar el sueño americano.
En tanto, el secretario de Defensa, James Mattis viajó este
miércoles a la frontera con México para conocer el estado de las tropas
desplegadas en la zona, cuya misión es impedir la entrada al país de
inmigrantes indocumentados.
A pesar de la presencia de los agentes, una veintena de
integrantes de la caravana migrante escaló los postes de metal que hacen la
función de muro divisorio.
Los inmigrantes llegaron a pie hasta la zona de Playas de
Tijuana donde el cerco fronterizo se interna en las aguas del Pacífico, bajo la
mirada de los agentes de la Patrulla Fronteriza. A pesar de la presencia de los
agentes, una veintena de integrantes de la caravana inmigrante escaló los
postes de metal que hacen la función de muro divisorio.
Para este jueves se espera la llegada de al menos 2.000
migrantes más en buses, dijeron autoridades federales.
Un grupo de casi 100 transexuales y algunos homosexuales
llegaron a Tijuana el domingo; el martes arribaron 350 migrantes y ayer, otra
cifra similar. Todos eran integrantes de la gran caravana.
Emocionados, algunos de ellos corrieron a la playa de
Tijuana a bañarse y metieron la cabeza entre las rejas metálicas de la frontera
para divisar su destino soñado.
Dos saltaron la alta valla metálica que divide ambos países
y escribieron en la arena del lado estadounidense la palabra ‘catracho’, que
significa hondureño, y poco después regresaron a territorio mexicano bajo la
mirada de los guardias fronterizos.
Otro, un guatemalteco, saltó la valla y de forma pacífica se
entregó a agentes de la Patrulla Fronteriza de EE. UU., que lo llevaron bajo
arresto.
El objetivo de los migrantes es que EE. UU. les otorgue el
estatus de refugiados por la extrema violencia y pobreza que viven en sus
países, pero para lograrlo deben cruzar por un acceso oficial, según un decreto
firmado por el presidente Donald Trump el 9 de noviembre.La misión del Ejército
de Estados Unidos es colaborar con las autoridades aduaneras en tareas de
tratamiento médico y de transporte, así como en la construcción de alojamientos
temporales para las tropas y los agentes fronterizos.
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hacia EE. UU.
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"ciudad santuario" del país
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terminal
Esta caravana partió el 13 de octubre de San Pedro Sula,
Honduras y una avanzada, formada por un centenar de miembros de la comunidad de
lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (LGBT), ya está en Tijuana y planean
solicitar asilo a las autoridades estadounidenses en los próximos días. Otros
más han llegado al estado de Sonora.
En su trayecto por México, la caravana llegó a sumar 7.000
integrantes, según las Naciones Unidas, pero muchos han claudicado en el camino
hasta llegar a los 6.011 (de los cuales 902 son menores) que arribaron a
Guadalajara, según cifras de autoridades locales.
Caravana de inmigrantes
Más de 9.000 migrantes centroamericanos divididos en varias
caravanas se desplazan a través de México rumbo a Estados Unidos.
Además de hondureños, se sumaron inmigrantes de Chile,
Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá, Perú y
Venezuela. A esta gran
caravana le siguen a la distancia otras dos, con unos 2.000
inmigrantes cada una, mientras grupos más reducidos se adelantaron hasta la
frontera.
Los obstáculos de Trump
Ante la inminente llegada de los inmigrantes, Estados Unidos
cerró parcialmente con barricadas y alambres de púas las garitas fronterizas de
San Ysidro y Otay Mesa, que conducen a California.
El 9 de noviembre, Trump decretó el fin de los pedidos de
asilo para quienes ingresen ilegalmente a Estados Unidos, una medida que busca
disuadir a los centroamericanos que buscan su sueño americano para escapar de
la pobreza y violencia de sus países.
Con esa medida, la administración Trump busca que el
gobierno mexicano se haga cargo de los inmigrantes, al estipular que el decreto
perderá vigencia si se llega a un acuerdo que "permita a Estados Unidos
expulsar extranjeros a México".
Según el gobierno estadounidense, las patrullas fronterizas
registraron más de 400.000 ingresos ilegales en 2018. Y en los últimos cinco
años, el número de solicitantes de asilo ha aumentado un 2.000 por ciento,
desbordando el sistema, que tiene más de 700.000 casos acumulados para
procesar.
Trump acusa a los inmigrantes de protagonizar una
"invasión" y para contenerlos dispuso el envío de hasta 9.000
soldados a la frontera sur.
Esperan por asilo
A medida que cae la tarde, las esperanzas de Claudia Vicente
se desvanecen. La inmigrante guatemalteca lleva once días esperando en la
garita fronteriza de Nogales, en el estado de Arizona, para poder presentar su
petición de asilo en Estados Unidos.
Esta madre de dos niños, de 6 y 8 años, lleva en una maleta
unas pocas pertenencias que refleja la urgencia de su travesía: Dos mudas de
ropa, un par de suéteres y unas viejas fotografías de su madre fallecida hace
tres años.
"No tenemos otra opción, si no salíamos de Guatemala me
iban a matar y a mis hijos también", asegura la inmigrante, de 32 años de
edad y, como muchas de las mujeres que llegan hasta la frontera de Estados
Unidos, víctima de violencia doméstica. El padre de sus hijos la golpeaba de
manera recurrente tras emborracharse.
No tenemos otra opción, si no salíamos de Guatemala me iban
a matar y a mis hijos también
La indocumentada forma parte de un grupo de más de 60
familias que se encuentran en la ciudad fronteriza de Nogales, en Sonora
(México), con el fin de presentar ante las autoridades estadounidenses una
petición formal de asilo, según estimaciones hechas por organizaciones locales
a favor de los inmigrantes.
Algunas de esas familias esperan a las afueras del puerto de
entrada Deconcini, mientras otras se alojan en albergues para inmigrantes. Muy
cerca de donde esperan las familias inmigrantes se puede ver el alambre de púas
que soldados estadounidenses colocaron esta semana, para tratar de evitar que
los indocumentados escalen el muro fronterizo.
"Estamos tratando de seguir las leyes estadounidenses,
esperando nuestro turno para poder pedir asilo político", dijo José Manuel
García, un salvadoreño de 28 años que viaja con su esposa y su hija, y lleva
siete días esperando en la frontera.
El Instituto Nacional de Migración de Honduras dijo que
7.000 nacionales que abandonaron la caravana regresaron al país de manera
voluntaria.
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