Miles de habitantes del Estado de México viajan en un sistema
de transporte que, además de obsoleto, en la mayoría de los casos
resulta costoso, pues los mexiquenses utilizan 30 por ciento de sus
ingresos en el pago por un servicio ineficiente y de mala calidad.
Además, pierden más de 2.5 horas al día en trasladarse para cumplir
con necesidades básicas tales como trabajo, educación y vivienda. Tal
pérdida de tiempo se refleja en que después de 40 años de actividad
laboral, los mexiquenses han perdido cuatro años de sus vidas en
transportarse.
El tiempo desperdiciado como consecuencia de un esquema de movilidad
agotado impacta en la competitividad de la entidad: pérdidas millonarias
en horas-hombre por congestionamientos viales, además de tiempo
familiar y de productividad individual.
Un estudio denominado Estado de México; Movilidad 2025, realizado por
el Centro de Transporte Sustentable de México (CTS México), señala que
una persona que vive en las zonas más alejadas del Estado de México,
como Zumpango, y trabaja en el Distrito Federal, gasta entre 70 y 80
pesos al día para movilizarse. Si esta persona tiene un ingreso promedio
de 3 salarios mínimos, la mitad de su salario se queda en el transporte
público.
Puntualiza que la situación de movilidad actual en la entidad es el
resultado de años de una visión ]en la que se dio prioridad al
transporte individual sobre el colectivo, patrones de expansión y
desarrollo urbano donde la población se asienta cada vez más lejos de
los centros de trabajo y actividad, al vivir en fraccionamientos
ubicados en la periferia que, además, cuentan con pocas conexiones con
el transporte público establecido y carecen de infraestructura para
peatones y bicicletas.
Esta situación se ha traducido en una baja calidad de vida para los
mexiquenses y habitantes del área metropolitana en general, con menos
tiempo disponible para dedicar a sus familias por los largos tiempos de
desplazamiento en condiciones de transporte inseguras y de baja calidad,
respirando aire contaminado, lo que conlleva graves consecuencias para
la salud.
Asimismo, el esquema de transporte contribuye a la creciente
percepción de desigualdad social, donde los habitantes de menores
ingresos deben pagar un alto porcentaje de sus salarios para movilizarse
a causa de un transporte fragmentado.
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