MÉXICO,
D.F.- Tardaron 12 años en reponerse de aquel descalabro
histórico que tuvieron en el 2000, cuando Vicente Fox encabezó el
hartazgo en su contra.
Hoy el PRI aprovecha ese mismo hartazgo, pero en
contra del PAN, para lanzarse con todo y recuperar la presidencia el año
que entra. Y, como en los viejos tiempos, la maquinaria ha comenzado a
operar con el apoyo de 21 gobernadores dispuestos a financiar la campaña
de Enrique Peña Nieto, el primer candidato producto de la mediocracia.
En las dos elecciones pasadas, la división interna fue el principal
obstáculo que el PRI tuvo, sin que lograra superar las fracturas que
originaron su derrota histórica, misma que los bajó hasta el tercer
lugar como fuerza política nacional. Además, tuvieron en contra otros
poderes fácticos como la Iglesia católica, las televisoras y los
empresarios, que estaban convencidos de que el PAN les podría traer más
beneficios que perjuicios.
Hoy parece que el PRI está salvando
estas escisiones con el regreso de personajes como Elba Esther Gordillo,
con decisiones de retiro de la contienda, como la de Manlio Fabio
Beltrones, y la voluntad expresa de los gobernadores de hacer campaña a
favor de su partido y apoyar a un candidato de unidad.
Al mismo
tiempo, están recibiendo el apoyo de los poderes que antaño respaldaron
al PAN y que hoy le han volteado la cara a Felipe Calderón, dejando a
sus aspirantes, Josefina Vázquez Mota, Ernesto Cordero y Santiago Creel,
con la verdadera estructura partidista que no les alcanza para
conseguir los mismos resultados en las dos elecciones presidenciales
pasadas.
Sin embargo, no todo va viento en popa en el PRI. El
escándalo de corrupción del presidente nacional priista, Humberto
Moreira, cuando era gobernador de Coahuila, las acusaciones de que
Fausto Vallejo ganó en Michoacán gracias al apoyo de grupos de
narcotraficantes, la presencia imborrable de personajes denostables como
Mario Marín y Ulises Ruiz, así como el dato de que en los estados
gobernador por priistas es donde el crimen organizado tiene mayor
presencia, representan escollos que aún no salvan rumbo a la elección de
2012.
Casi con el mismo peso o importancia que tiene la
estructura de su partido, Enrique Peña Nieto está basando su estrategia
de campaña en las alianzas que ha hecho con Televisa y Televisión
Azteca. El poder de los medios es fundamental para los planes
presidenciales del exgobernador del estado de México, consciente de que
su discurso y sus propuestas no le alcanzarían por sí solas para
enfrentar a sus adversarios del PRD y el PAN.
Es evidente que
conforme avanza el tiempo, se acorta la enorme distancia que Peña Nieto
tenía ante sus adversarios en las preferencias ciudadanas cuando era
gobernador y salía diariamente en los noticieros de las televisoras.
Cada día que pasa, Peña Nieto pierde actualidad y frescura, y su imagen
se ha vuelto demasiado repetitiva frente al teleauditorio que durante
seis años seguidos lo vio en los principales noticieros, telenovelas y
programas especiales.
Producto de la mercadotecnia, el
exmandatario mexiquense enfrenta además el problema de las propuestas,
del contenido en los mensajes, de la forma en que habría de enfrentar
los distintos problemas del país, como la corrupción, desempleo, crimen
organizado, violencia generada por la guerra contra el narcotráfico y
las miles de muertes y desapariciones que ha producido esta última.
Habrá
que esperar el arranque de la campaña para ver si el cascarón que en el
PRI y en las televisoras le han fabricado a Peña Nieto resiste las
críticas y la falta de contenido en el discurso del mexiquense, porque
no basta que en su partido se haya alcanzado una unidad forzada y que la
mercadotecnia siga sustentando un producto al que le falta calidad.
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