Sergio Negrete Cárdenas indica que la austeridad afecta a
aquellos cuya salud o vida depende de una medicina, atención médica o
tratamiento que hoy ha sido restringido.
“Por el bien de todos, primero los pobres”. Ese fue lema de
campaña. Dado el brutal golpeteo al que muchos están siendo sometidos, hoy
parece una burla. Están siendo los primeros, pero en ser lastimados por la
llamada austeridad.
Porque son los usuarios del Seguro Popular, IMSS o ISSSTE.
Son aquellos cuya salud o vida depende de una medicina, atención médica o
tratamiento que hoy ha sido restringido, y que carecen de recursos para ir a un
doctor, farmacia o clínica privadas. Lo que para una familia clasemediera
representa un costo inesperado, pero que puede afrontar, para un pobre es una
sentencia a una peor calidad de vida o vida más corta.
El sistema público de salud es un formidable redistribuidor
de la riqueza: aquellos con elevados salarios son formales, contribuyen mucho
al IMSS, pero no lo usan; los pobres formales aportan menos, pero lo utilizan.
El Seguro Popular es subsidiado considerablemente con los impuestos de todos.
El saqueo al Estado encabezado por el propio gobierno en busca de recursos para
sus prioridades, entre ellas una refinería y un tren que costarán millones y
perderán todavía más dinero cuando operen, está rompiendo esa redistribución.
No habrá cifras de muertos y dañados, en parte por la atroz
invisibilidad que caracteriza a los pobres. No habrá una estadística de niños o
adultos que fallecieron por falta de quimioterapias, retrovirales o de una
operación postergada, como tampoco por una atención médica que dejó de
otorgarse. Tampoco de las personas que habrían recuperado su salud en lugar de
seguir enfermos, menos de los sacrificios en los que una familia tuvo que
incurrir para pagar una medicina o consulta. El recorte indiscriminado, como
los pagos a pasantes y el despido de trabajadores sin base sindical (esenciales
para la operación del sistema) resquebraja lo que de por sí era un equilibrio
precario.
El daño a los que menos tienen será una de las paradojas más
crueles del obradorismo. Regresar a un sistema educativo complaciente con un
sindicalismo voraz e inepto llevará a que millones de niños sigan hundidos en
la pobreza cuando sean adultos. El golpe al turismo por los recortes en el
sector afectará a muchas familias de escasos recursos en puntos como Oaxaca o
San Cristóbal de las Casas. Pero ello se sentirá en un período largo de tiempo,
incluso décadas, con la responsabilidad de este gobierno diluida en el tiempo.
Lo de la salud es inmediato.
La respuesta presidencial es similar a la que aplica en
otros campos: hay mucha corrupción y por ello la estrategia tan radical. Como
en la efímera y desastrosa guerra contra el huachicoleo: cierro los ductos para
que no roben, sin pensar que provocaré desabasto. Si no compro medicinas, pues
no habrá corrupción en el proceso. Las consecuencias son un poco más graves que
las colas gigantescas en una gasolinera.
Para una administración que pretende pasar a la historia,
este capítulo será deprimente. Los que menos tienen son las víctimas inmediatas
de una transformación mal entendida y peor ejecutada, en aras de una estrategia
de gasto disfrazada de austeridad. Es la peor de las traiciones por parte de
aquellos que se jactaban de no mentir, no robar y no traicionar, puesto que
mintieron con sus promesas, saquean al erario para financiar sus prioridades,
finalmente con ello traicionando la fe de aquellos que les entregaron su voto
esperando ser, por fin, los primeros en ser beneficiados por el gobierno.
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