Durante dos años permaneció encadenada del cuello para
obligarla a planchar ropa día y noche. Ahora que está libre pide que le llamen
Zunduri.
Es el nombre con que pretende rehacer su vida después de ese
período de esclavitud en una tintorería en el sur de Ciudad de México.
La chica sufrió golpes, quemaduras con la plancha que usaba
para el trabajo forzado, con poca comida y frecuentemente sin poder dormir.
La justicia mexicana asegura que los presuntos responsables
fueron los miembros de la familia que la mantuvo cautiva, aunque el maltrato
más grave provino de la dueña del negocio identificada por las autoridades como
Leticia Molina Ochoa.
"Me golpeaba muy feo", le contó a la cadena
Televisa. "Me llegaba a golpear con palos, fierros, con lo primero que
pudiera estar en sus manos".
"Había días que no dormía, nada, me obligaba a
mantenerme despierta para seguir trabajando".
Tortura
El maltrato le provocó severos daños. Zunduri cumplirá 23
años el próximo mes aunque su cuerpo es como el de una adolescente de 14.
Pero los exámenes médicos determinaron que sus órganos
tienen el mismo desgaste de una persona de 81 años.
La semana pasada aprovechó un descuido de quienes la
esclavizaban y escapó. Una amiga le ayudó a denunciar el caso en la
Procuraduría (fiscalía) General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF).
Los captores de la joven están detenidos acusados de trata
de personas por trabajo forzado.
En total son cinco arrestados, entre ellos la propietaria de
la tintorería, su hermana, dos hijas y la pareja de la dueña.
En la capital mexicana el delito de trata de personas es
castigado hasta con 40 años de cárcel.
Sin embargo, el ministro de Trabajo, Alfonso Navarrete,
aseguró que los responsables podrían ser acusados de secuestro y recibir una
condena de hasta 70 años de prisión.
El encierro
Este es el primer caso de esclavitud laboral que se conoce
en la capital mexicana.
El escándalo por su revelación crece en la medida que se
conocen más detalles del cautiverio de Zunduri.
La chica permaneció encadenada dentro de una habitación de
cuatro metros cuadrados, detrás del mostrador de la tintorería que se ubica
bajo el departamento en que vivían sus propietarios.
Sus captores la dejaban sin comida ni agua, a veces hasta
por cinco días.
"Llegué a estar mucho tiempo sin comer, no tomaba agua,
masticaba los plásticos con el que se cubría la ropa", narró a la
televisora.
"Los masticaba y me los comía".
Los clientes de la tintorería no podían verla pues estaba
escondida detrás de pilas de ropa.
Además no hacía ruido. Según contó al diario El Universal
gritar o pedir ayuda era castigado con una severa golpiza.
Deuda impagable
Zunduri nunca pensó que sería esclavizada. Hace varios años
escapó de su casa y se refugió en el negocio.
Conocía a la dueña: es madre de una excompañera de su
escuela. La mujer la contrató para planchar ropa a cambio de 300 pesos
semanales (US$20), comida y una cama.
Pero la chica dejó el trabajo para vivir con su novio. La
relación no funcionó y entonces volvió a la tintorería.
Ya no fue lo mismo. Para regresar tuvo que aceptar más
trabajo y menos comida.
Allí empezó su esclavitud. "A medida que fue aumentando
el trabajo yo me sentía más cansada, entonces yo le llegué a quemar varias
prendas", narró al diario El Universal.
Los clientes reclamaron el pago de su ropa, pero Molina
Ochoa, la dueña del negocio, se cobró con el sueldo de Zunduri.
Sorpresa
Pero también aumentó la jornada de trabajo que llegó a ser
de 14 horas diarias. La joven, cansada, cometió más errores y su deuda se
volvió impagable para ella.
Los golpes aumentaron. Su cuerpo empezó a llenarse de
cicatrices.
Un día de noviembre pasado, la familia realizó una fiesta
para celebrar el futuro nacimiento de un nieto. Leticia Molina ordenó a la
chica que bajara a la tintorería.
"Me dijo que tenía preparada una sorpresa para mí. Así
me dijo", contó. "Me puso la cadena en el cuello durante todo ese
día. Todo el tiempo, día y noche amanecía y dormía con la cadena".
"Me decía que no me daría de comer hasta que tuviera el
trabajo que exigía. Me dejó sin comer. Lo más que aguanté fue alrededor de
cinco días".
Esto ocurría puertas adentro de la "Planchaduría
Express", ubicada en la manzana 134, lote 22, de la calle Izamal, en la
Colonia Lomas de Padierna, en Tlalpan.
El barrio
"Para que luzcas, como un maniqí (sic), planchamos para
tí", dice el cartel en la entrada de la tintorería.
Las persianas metálicas permanecen bajas y llevan cintas de
la PGJDF en las que se aclara que se trata de un delito de "trata de
personas".
En el barrio pocos acceden a dar su nombre, prefieren el
anonimato al momento de hablar de sus vecinos.
"No queremos enfrentarnos a la familia", dice una
mujer.
Pero todos los consultados por BBC Mundo aclaran que nunca
vieron ni percibieron nada extraño en los movimientos ni las actitudes de las
familias involucradas.
Cuentan que poco se podía ver desde afuera del local de la polémica.
La reja se mantenía baja durante todo el día y no había gente atendiendo al
público.
Apenas cuando se tocaba el timbre, alguien aparecía para
recibir o entregar las prendas de ropa a través de un espacio cuadrado en la
reja.
Decenas de prendas impedían ver qué había más allá.
Quien solía atender al público era Leticia. Se dice que ni
los buenos días daba.
"Leticia no tenía amigos en la zona, no se hablaba con
los vecinos, era muy antisocial", le dice a BBC Mundo una mujer que hasta
el mes pasado era propietaria de una óptica en la calle Izamal.
Fanny, su hermana, atendía el salón de belleza contiguo a la
tintorería.
El comentario generalizado en el barrio es que las hermanas
no estaban en buenos términos.
"Fanny me dijo que no se hablaba con su hermana.
Leticia se enojaba con los de su casa, no tenía buen carácter", asegura
otra vecina.
Eliseo López, primo lejano de los implicados, no cree en la
versión de la justicia mexicana. Trabaja en un puesto de venta de frutas a unos
30 metros del lugar.
"Te puedo decir que son buenas personas. Entré a la
casa dos veces este año, mi tío me daba permiso para ir al baño, y nunca vi ni
oí nada raro", asegura.
"Leticia tenía un pinche (despreciable) carácter de los
mil demonios, con Leticia tuve problemas de dinero y le dejé de hablar",
dice pero hace hincapié en que no cree en la historia.
"Si en verdad dice que es la persona que escapó, que dé
la cara", añade López, "siento que es una difamación".
Al declarar ante la justicia Molina Ochoa dijo que castigó a
la chica "porque era muy violenta y no obedecía cuando se le ordenaba
hacer las cosas", señala El Universal.
Hace dos años, aseguró, Zunduri tomó 100 pesos (US$6,5) para
escapar de la tintorería y entonces sus captores decidieron encadenarla.
En una ocasión la chica trató de defenderse, y los castigos y
golpes aumentaron, confesó Molina, pues le pareció "injusto" que
respondiera de esa manera cuando en su casa recibía comida y trabajo.
La investigación sigue en marcha, y en un albergue de la
fiscalía de la capital mexicana, Zunduri recibe atención médica y psicológica.
Bajo un nuevo nombre, busca un nuevo comienzo.
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