Antes de subir el Iztaccíhuatl por primera vez en 2003,
Elena Amezcua tuvo que tomar un curso para escalar alta montaña y ejercitarse
durante seis meses. Compró botas especiales, bastones, ropa térmica y estudió
la geografía del lugar. Sólo así resistió los más de cinco mil metros de
altura, los cambios de clima y el desgaste muscular que deja una travesía de
dos día para escalar la tercera montaña más alta de México.
Hoy tiene ya decenas de ascensos y, cuidadosa y cuenta que
siempre cumple al pie de la letra con las mismas reglas de seguridad: bastones,
ropa térmica, entrenamiento…
Sin embargo, este año ha tenido que sumar una más: avisarle
a la policía.
En julio pasado, unos encapuchados asaltaron a dos grupos de
alpinistas que descansaban en los refugios de “Ayoloco” y “De los cien”, a 4
mil 800 metros sobre el nivel del mar, en una de las rutas consideradas más
seguras de ese volcán porque nunca se habían registrado agresiones.
No era la primera vez que ocurría un incidente. Nueve años
antes, los alpinistas habían dejado de escalar,por miedo, dos rutas del pueblo
de San Rafael –en las faldas del volcán–. En 2006, un grupo de hombres armados
asaltó a montañistas y un joven fue asesinado a tiros por tratar de impedir la
violación de una de sus compañeras.
Los montañistas no fueron los únicos que tuvieron miedo. En
2011, la asociación civil de scouts Guías de México, conformada por dos mil
mujeres y niñas, suspendió toda actividad primero en el Estado de México, Nuevo
León, Durango, Jalisco, Veracruz, Michoacán y después en el resto del país.
Un año después, en julio de 2012, en el parque ecológico El
Colibrí en Chalco, Estado de México, 13 hombres armados asaltaron a 90
campistas y cinco mujeres fueron abusadas sexualmente. Entre los agresores
detenidos, dos eran policías en activo y uno era ex militar, informó la
Procuraduría estatal.
Los alpinistas son un “buen botín”: quien escala de manera
segura invierte dos mil pesos en unas botas para montaña, al menos 4 mil pesos
en ropa resistente al viento y la lluvia, dos mil pesos para lentes de sol y
algunos llevan un buen equipo de fotografía para perpetuar la hazaña. Pero al
ser despojados de todo eso, no sólo les arrebatan pertenencias, sino los medios
de sobrevivencia en medio de la nada.
En esta ocasión, sin embargo, los alpinistas decidieron no
quedarse con el miedo.
Francisco “Paco” Trad, un experimentado montañista, convocó
a una manifestación en el Iztaccíhuatl el 1 de agosto pasado, a la que llegaron
5 mil personas. Así surgió el grupo “Montañistas Unidos”, con dos demandas:
pedir seguridad a las autoridades y rehabilitar los refugios, que hoy son “un
foco de delincuencia”.
LOS MONTAÑISTAS CAPACITAN A LOS POLICÍAS
Montañistas Unidos obligó al gobierno del Estado de México a
crear la primer Policía de Alta Montaña, que comenzó a operar el 20 de agosto
pasado en el Parque Nacional Iztaccíhuatl–Popocatépetl. Son 50 elementos,
dispuestos a ganar 15 mil pesos al mes, elegidos por ser originarios de zonas
altas como los municipios de Amecameca. Apenas concluyeron su formación en la
academia de policía y han tenido que ser capacitados por los mismos
montañistas.
Montañistas Unidos ha organizado un programa de estudios que
incluye clases de geografía, historia del montañismo, meteorología, escalada en
roca, los tipos de peligro en la montaña, atención inmediata a heridos, hacer
nudos, usar arneses y reconocer los lugares para acampar.
El programa de capacitación también incluirá a los grupos de
rescate que laboran en la montaña para que reaccionen coordinados con la
policía ante algún imprevisto. El programa de formación concluirá en febrero de
2016.
Pero no es suficiente.
Montañistas Unidos también ha tomado otras medidas de
precaución y ha tenido que adaptarse a una vida con el crimen. Ya no viajan
solos, llevan la menor cantidad de dinero posible en las excursiones y siempre
avisar a alguien sobre su expedición para dejar registro.
Además, en el Iztaccíhuatl–Popocatépetl hay un control de
acceso conocido como “Paso de Cortés”, donde los visitantes registran la hora
de ascenso y descenso. Mientras que en el Nevado de Toluca hay un retén dentro
de una posada familiar, y un parque a las faldas de la montaña para el pase de
lista.
Aún así, ninguna de estas medidas les ha permitido recuperar
los caminos.
LAS RUTAS PROHIBIDAS
Las medidas que se han tomado, sin embargo, no contemplan
cómo enfrentar las rutas de ascenso tomadas por el crimen organizado o por los
talamontes, que también han hecho acto de presencia en la zona.
Es el caso de las dos rutas que nacen del pueblo de San
Rafael, conocidas como Chalchoapan y Arista de la luz. Ambas fueron abandonadas
debido a los asaltos cometidos por la delincuencia común y por la presencia de
grupos del crimen organizado y talamontes clandestinos, según Fernando Veytia,
vocero de Montañistas Unidos.
“Ahí no importa cómo vayas, en carro, moto, sólo o
acompañado, es muy peligroso”. Por ello han pedido hasta la intervención del
Ejército en la zona, pues cuando hubo un retén militar, el camino se mantuvo
mucho más seguro.
Si bien el comisionado de seguridad ciudadana del Estado de
México, Eduardo Valiente, confirmó la presencia de tala clandestina en el
poblado de San Rafael, no tiene un diagnóstico preciso. Tampoco tiene
información sobre el crimen organizado ni una estadística de los asaltos
cometidos en la montaña, pero promete lanzar operativos de inteligencia en esta
zona.
Los montañistas como Paco Trad confían en que esta
coordinación entre ciudadanía y gobierno funcione porque “las montañas son un
pequeño muestrario de lo que está pasando en el resto del país y si logramos
sanear las puntas del mundo podemos dar el ejemplo hacia abajo en cuanto a
comportamientos humanos, básicos como el respeto a la vida, al cuerpo de la
mujer, a lo ajeno”.
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