miércoles, 8 de enero de 2014

Acusan a Bartlett de presenciar tortura

El poder político es como una droga a la que suele volverse adicto quien disfruta del placer de ejercer el dominio sobre los demás. La dependencia llega con la capacidad de decisión que da la estancia en un puesto público y el acceso y control de información. También la posesión de dinero en grandes cantidades que permite la compra de favores a quienes desean incrementar su propio poder.


Este es el principio que explica la relación entre el político y el narcotraficante que logra amasar una gran fortuna. En México este ha sido un escenario siempre negado porque se trata de una actividad fuera de la ley. El narcotráfico en México ha sido una actividad tolerada por el Estado en la que aparecen involucrados, no siempre con discreción, algunos personajes de la política, los negocios y las finanzas.

A partir de que fuera liberado Rafael Caro Quintero el 9 de agosto de 2013, tras haber permanecido preso 28 años acusado de haber secuestrado, torturado y asesinado en 1985, al agente de la DEA Enrique Camarena Salazar, este caso, que permaneció oculto en muchas de sus implicaciones y que involucró a los grandes operadores del narcotráfico de los años 80, entre los que destacó Caro Quintero, resurgió sacando del closet los fantasmas que señalan a los involucrados en ese hecho no olvidado por los poderosos de Estados Unidos que jamás perdonan afrentas como la que sufrió  su agente.

La revista Proceso en su número 1940, en circulación, publicó un reportaje acreditado a Jesús Esquivel, en el que el periodista entrevista a tres expolicías mexicanos que se encuentran en el programa estadounidense de testigos protegidos, quienes afirmaron que: “En colaboración con narcotraficantes y con la CIA, Manuel Bartlett Díaz y el general Juan Arévalo Gardoqui participaron en el interrogatorio al agente de la DEA Enrique 'Kiki' Camarena, quien fue torturado hasta la muerte en febrero de 1985.”

Uno de los expolicías  “acusa a Bartlett (entonces secretario de Gobernación y ahora senador por el Partido del Trabajo) de haber recibido 4 mil millones de dólares en 1984 para su campaña en pos de la candidatura presidencial de manos de los narcotraficantes Rafael Caro Quintero; Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto; Miguel Ángel Félix Gallardo, y Manuel Salcido Uzeta, El Cochiloco.”

La periodista Carmen Aristegui entrevistó en su noticiero de radio a Manuel Bartlett sobre lo afirmado por los expolicías y publicado en la revista Proceso. El senador negó el contenido del reportaje y señaló que el homicidio de Camarena es un asunto  juzgado en el que, salvo Rafael Caro Quintero, los culpables permanecen en la cárcel.

Acusó al presidente Enrique Peña Nieto, al expresidente Carlos Salinas y al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, de haber ordenado la publicación del reportaje. “Esta es una artimaña de Peña Nieto y Osorio Chong para golpearme por mi posición de defensa del petróleo”.

Aseguró el senador Bartlett que en 1985 “Yo tenía responsabilidades de seguridad, pero no negocié nunca ni con la CIA ni con la DEA”.

Este es un capítulo más de la relación existente entre los políticos y los capos del narcotráfico. Ahora quedan testimonios de un hecho del pasado que resurgió al ser liberado Caro Quintero, uno de los narcotraficantes más poderosos en la década de los 80 del siglo pasado. Su actividad generó el tráfico de drogas a gran escala hacia los Estados Unidos, el mercado de consumo de drogas más importante del mundo, organizó el cártel de Guadalajara e integró una red de lavado de dinero con empresarios, políticos y policías.

Caro Quintero sembraba, cultivaba y empaquetaba miles de toneladas de mariguana en su rancho El Búfalo, en Chihuahua, que traficaba hacia los Estados Unidos, poseía grandes extensiones de tierra y contaba con sofisticados sistemas de riego que le permitían cosechas todo el año.

Era dueño de una fábrica empaquetadora de mariguana que operaba en el rancho El Búfalo donde en noviembre de 1984, fueron confiscadas 10 mil toneladas de la droga. Elementos del Ejército realizaron el aseguramiento junto con autoridades estadunidenses. Agentes de la DEA contribuyeron a la realización de dicho operativo, que fue posible por la información proporcionada por Enrique Camarena.

La actividad a gran escala ejecutada por Caro Quintero, según los testigos protegidos, contó con la protección y complicidad de las autoridades del más alto nivel. Así ha sido siempre porque atrás de un narcotraficante suele estar el insaciable apetito de los políticos que estuvieron, están o quieren llegar al poder.

El episodio aquí comentado se refiere a las venganzas del poder. No olvidar que Bartlett se lo debe todo al viejo sistema político en el que fue fraguado y que tiene su expediente donde siempre es posible “escarbar” para traer al presente los fantasmas que estaban olvidados y que regresaron del pasado cuando “alguien” libero al “Capo de Capos”.  Es como un mensaje cifrado que dice que nunca es tarde para cerrar la boca.

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