sábado, 21 de junio de 2014

"SAQUÉ DE LA BASURA, MI PETICIÓN A PEÑA NIETO": GUILLERMINA HERNANDEZ

Edomex.- Apenas supo que el Gobernador Enrique Peña Nieto estaría en la amplia plaza de la Presidencia Municipal, Guillermina cerró su tienda de abarrotes en el viejo barrio de Tulpetlac, reunió los papeles e imágenes de su hija Selena y salió a la autopista para tomar el microbús.

Cuando llegó a San Cristóbal, los simpatizantes priistas ya estaban acomodados de acuerdo a la organización política encargada de su traslado y dotación de torta y refresco. Guillermina entornó los ojos bajo el sol de los primeros meses de 2011 y distinguió la sonrisa satisfecha de Eruviel Ávila Villegas.

Peña Nieto se escurría por el camino abierto por sus guardaespaldas, pero se detuvo para saludar algunos simpatizantes y entonces ella lo tuvo casi al alcance de su mano. –Señor Gobernador, mi hija Selena está desaparecida desde el año pasado. Por favor… Enrique Peña estiró la mano, tomó el fólder y caminó unos pasos antes de girar la cabeza y entregar la carpeta a una mujer joven y de buen aspecto que seguía al entonces aspirante presidencial con pasitos rápidos y precisos, hábil en el aprieto de sobrevivir a las multitudes parada sobre altos tacones.

De lo que sucedió después habla la propia Guillermina. Sus ojos de párpados gruesos se humedecen y empañan sus anteojos. “Esa muchacha tiró el fólder a la basura”. –¿Cómo sabe? –le pregunto en su casa, mientras sostiene entre sus manos la fotografía de su niña. –Porque yo la vi. Yo seguí con la vista a la muchacha y vi que tiró el folder, ahí en la plaza hay varios botes de basura. De uno de esos tambos lo fui a sacar.

La tragedia

Selena despertó el 29 de abril de 2010 al cuarto para la siete de la mañana. Se arregló para ir a la escuela y se asomó a la habitación de Guillermina. Guillermina estaba empleada desde hacía tres meses en ese tiempo en el mostrador de una farmacia de genéricos. Entraba a las nueve de la mañana y volvía ya bien entrada la noche para ocuparse del quehacer de la casa, tarea que se prolongaba luego de la mdianoche.

–Mamá, ya me voy. Nos vemos en la tarde –dijo antes de salir a la carrera. La mujer había insistido en acompañarla, pero la muchachita dejaba siempre en claro que la reputación de su independencia estaba de por medio.

–Cualquier cosa, llámame al teléfono, yo voy por ti –respondió Guillermina entre las sábanas.

Ese día, en el camino hacia la escuela, nadie la vio. Hacia la hora de la comida, la madre supuso que Selena la visitaría para preguntar sobre la comida y le haría compañía un rato, pero la niña no pasó por la farmacia.

La madre la imaginó dormida en la sala, hablando por teléfono con su abuela o sentada frente al televisor. Hacia las 11 de la noche, Guillermina abrió la puerta y escuchó el timbre del teléfono. Se extrañó por el constante repiqueteo. Levantó el aparato y escuchó a la dentista de su hija preguntar por la niña. La madre se extrañó de la hora de la llamada.

–Buenas noches, señora, soy Belén, soy la dentista de su hija.

–Sí, dime. –Nada más llamo para confirmar la cita de mañana. La dentista atendía un problema de caries de la niña a quien trataba desde meses atrás.

–¿Qué crees? No la veo. Es que voy llegando del trabajo porque hubo un problemita y voy llegando.

–¿Entonces no está?
–No.
–Ah, bueno. Entonces dígale que mañana la veo.

–Oye, ¿cuánto dinero va a llevar o qué le vas a hacer? –Ella ya sabe –dijo Belén y colgó.

Al poco tiempo llegó el hermano universitario. Descubrieron que la niña no estaba en casa. Ni siquiera encontraron la mochila azul Adidas. Salieron a casa de los amigos que reconocían del rumbo y ninguno había visto a Selena. Ni siquiera había llegado a la escuela.

Guillermina Hernández y su hijo Eduardo esperaron a la mañana para presentar la denuncia en la agencia del Ministerio Público de Ecatepec. Entraron a las 11 de la mañana a la oficina.

–Usted está muy preocupada y su hija de seguro está en Acapulco tomándose unas chelas

–le soltó un funcionario con tono de burla. La mujer hirvió por la insinuación sexual que percibió en el tipo.

–¿Me van a atender o voy a seguir oyendo estupideces?

–No –dijo el funcionario.

–Ahorita la pasan. La madre inició su declaración a las cinco de la tarde y habló ante un funcionario distinto al agente del Ministerio Público.

–Nosotros vamos a investigar –dijo el burócrata antes de despedirla sin verla a los ojos.

Al día siguiente, sábado, Guillermina acudió al Centro de Apoyo a Personas extraviadas y Ausentes (CAPEA) del Gobierno del Distrito Federal. La mujer se encontró con un policía en la entrada que pareció conmovido ante el llanto incontrolable de la madre.

El pasado cumpleaños de Selena transcurrió dentro de la nueva rutina. En la anterior, Guillermina se las arreglaba para esconder un pastel en la víspera, sembrarle velas y despertar a la niña con Las Mañanitas y un asfixiante abrazo. La última ocasión transcurrió en el interior del Servicio Médico Forense de Barrientos, en Tlalnepantla, revisando fotografías de niñas muertas, varias de ellas asesinadas. Guillermina ha visitado las morgues de Texcoco, Amecameca, Ciudad Nezahualcóyotl y está, junto a otras siete madres con hijas desaparecidas en el vecino municipio de Tecámac, a la espera de autorización para acudir a los depósitos de cadáveres de Puebla, Hidalgo, Tlaxcala…

“No quiero imaginarme que les estén haciendo cosas malas. He visto a mis compañeras del grupo que encuentran a sus hijas muertas, destrozadas, en pedazos o que sólo encuentran una parte del cuerpo de sus hijas. Antes me había negado a buscarla ahí… Yo no quiero encontrar así a mi hija…”, llora y sus grandes y pesados párpados parecen piedras mojadas.

“Yo estoy segura que mi hija no está en esos lugares, yo siento que mi hija está viva… Y ella no me puede hablar porque no se lo permiten, porque está asustada, no sé… Pero yo sé que mi hija está viva. Yo siento que mi hija está esperando que yo la encuentre, que yo vaya por ella. La verdad no sé cuánto tiempo pasará, pero estoy segura que la encontraré bien… Viva por lo menos”.

“Y van y las tiran a las carreteras como si fueran animales. Y no es justo, sobre todo que las autoridades digan, y a mí me lo han dicho, que esto es así porque la situación se les salió de las manos. A mí un funcionario de la Procuraduría me dijo: ‘No teníamos contemplado que tanta niña se desapareciera’”.

–¿Usted habló con el Gobernador Eruviel Ávila? –Una coordinadora de la colonia me pidió que le hiciera una carta cuando era Presidente Municipal, la segunda vez que fue Presidente Municipal. Ella me dijo: “Mira sí me recibió la carta su secretaria. Dijeron que te darán cita”. He enviado tres cartas y hasta ahorita estoy esperando que me hablen. *

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