viernes, 25 de noviembre de 2011

PRI 2012: mano que mece la cuna


  • Solo ya en el proceso priísta para seleccionar al candidato a la Presidencia de la República, Enrique Peña Nieto llegará a la contienda sin mucha experiencia en guerra sucia, pues ha evitado obstáculos y confrontaciones que, de haberlos encarado, le hubieran dado temple a sus aspiraciones.


    El exgobernador del Estado de México ha rehuido el debate y la polémica. Se le percibe más como un metrosexual y egocentrista, que se considera a sí mismo la oferta más valiosa para la contienda electoral de 2012. Peña Nieto es de piel muy delgada a la crítica porque no sabe enfrentar en campo abierto a sus adversarios políticos. Casi todo se le ha servido en bandeja de plata.

    Arturo Montiel Rojas, tío, antecesor y fallido expresidenciable, así como Carlos Salinas de Gortari y Televisa son las manos que a nivel local y nacional han mecido y mecen la cuna peñanietista, lo cual no debe asombrar a nadie, pues únicamente poderes casi omnímodos han sido capaces de allanarle el camino al exmandatario estatal, y mantenerlo como corredor solitario, incluso durante el tiempo que Manlio Fabio Beltrones dijo que también tenía con qué participar.

    Apuntado como aspirante presidencial prácticamente desde que asumió la gobernación, a Peña Nieto apenas se le voló un cabello de su copete con la destrucción de las pirámides de Teotihuacán, la masacre de San Salvador Atenco, el sonado homicidio de la niña Paulette Gebara, los feminicidios, la inseguridad, el crimen organizado y las propias sospechas que sobre él pesan por turbios y trágicos asuntos familiares.

    En marzo del año pasado, el PAN, por conducto de su entonces presidente, César Nava, admitió la existencia de un convenio con el Revolucionario Institucional —liderado por Beatriz Paredes—, para que el blanquiazul no se aliara con el PRD en las elecciones de 2011 en el Edomex, a cambio de que los legisladores del tricolor aprobaran de forma íntegra la Ley de Ingresos.

    Esta “catafixia”, y el haber sacrificado a su primo Alfredo del Mazo Maza, aún alcalde de Huixquilucan y su favorito para sucederlo, salvaron a Peña Nieto de una derrota electoral que le hubiera representado un alto costo político. Tan “equis” era para los mexiquenses Eruviel Ávila, que el día de su toma de posesión como Gobernador, la gente no paró de corear: “Se ve, se siente, Enrique Presidente”.

    Ya fuera Peña Nieto del Palacio de Gobierno de Toluca, el Consejo Político Nacional del PRI aprobó por unanimidad que la elección de su candidato a la Presidencia fuera por consulta abierta a la población, en concordancia con lo declarado por Humberto Moreira, en el sentido de que se pretendía que el mayor número de militantes se registrara para contender por la candidatura presidencial, y aseguró que hasta ese momento no se había pensado en un abanderado de unidad.

    Pero unos cuantos días después, el peñanietista Ricardo Aguilar Castillo, secretario de Organización del CEN tricolor, declaró que independientemente de que el Consejo Político Nacional aprobara elegir a su candidato presidencial a través de una consulta ciudadana, cuyo costo podría ser de unos 50 millones de pesos, “el PRI podría lograr un abanderado de unidad y no poner en riesgo la cohesión de las bases”.

    A mediados del presente mes, el Comité Ejecutivo Nacional del PRI publicó la convocatoria para elegir a su candidato presidencial. En ella se establece la obligación de servidores públicos, militantes con cargo de elección popular e integrantes de los órganos dirigentes de los sectores y organizaciones en los ámbitos nacional, estatal, delegacional y municipal, a mantener una actitud de imparcialidad; es decir, a no pronunciarse a favor o en contra de alguno de los aspirantes o precandidatos.

    Sin embargo, una cosa fue lo que se aprobó y otra lo que se publicó. La convocatoria “modificada”, eliminó a servidores públicos y militantes con cargos de elección popular, como sujetos obligados a mantenerse imparciales, lo cual simple y llanamente quiere decir que ahora los gobernadores, alcaldes, diputados y funcionarios se van a ir alegremente a la “cargada”.

    Al no haber ningún otro contendiente por la “declinación” de Manlio Fabio Beltrones —más falsa que un billete de dos pesos—, Enrique Peña Nieto será “candidato de unidad”, contra lo que aprobó el Consejo Político Nacional, lo publicado en la convocatoria, y lo que aseguró Humberto Moreira.

    Para que valore la autenticidad de la “declinación” beltronista, reflexione usted sobre la siguiente pregunta: ¿Quién fue el primero que habló, a bordo de un avión, con el asesino material de Luis Donaldo Colosio? Manlio Fabio Beltrones. ¿Quién era Presidente de México? Salinas, una de las manos que mecen la cuna del peñanietismo.

    En la campaña de 2012, ni siquiera habrá un “Juanito” tricolor, ya que al presidenciable no le preocupan los tiempos en radio y televisión: Él los tiene asegurados en Televisa.
    Todo más o menos bien hasta aquí.

    Lo que quizá no hayan visualizado los priístas es que, al arrancar formalmente la competencia electoral, los distintos candidatos van a tener que demostrar si realmente merecieron ser nominados o son ídolos de barro. Peña Nieto, y quien resulte ungido (o ungida) por el PAN, lidiarán con un venado muy “lampareado”, como lo es Andrés Manuel López Obrador, que ya tiene casi 12 años en campaña por la Presidencia, o sea desde que ganó la Jefatura de Gobierno del DF.

    Enrique Peña Nieto puede resultar una agradable sorpresa para el priísmo mexicano en esta su gran oportunidad de recuperar Los Pinos, pero también es probable que el candidato continúe ateniéndose a los reflectores y a los guiones y exponer el físico más que las ideas, lo que no sería extraño porque no se le ha visto entusiasmo por el debate y la polémica, sino por la vida regalada y las revistas del corazón. Tal vez sea un candidato arrollador, pero nadie garantiza que sea un buen Presidente, si gana los comicios.

    El único perdedor de este embrollo se llama Humberto Moreira. El exgobernador de Coahuila ha tenido que tragar sapos al tomar decisiones que lo proyectan como un dirigente corto de entendederas y “canteado” hacia Enrique Peña Nieto, a pesar de los gritos y sombrerazos al interior de su partido. Nada más alejado de la realidad; él hace lo que le ordenan, para ser recompensado con fuero.

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