viernes, 9 de diciembre de 2011

Compraron alcohol y algodón para mutilar a una víctima: Alfredo Castillo


Un guardia alertó la presencia de dos sujetos sospechosos en una farmacia. Así comienza la historia de una de las detenciones más importantes realizadas por la PGJEM


Estado de México. Un guardia alertó la presencia de dos sujetos sospechosos quienes con una tarjeta de débito intentaron comprar alcohol y algodón.

Así comienza la historia de una de las detenciones más importantes realizadas por la Procuraduría General de Justicia del estado de México: 18 secuestradores fueron capturados, 11 casas de seguridad descubiertas y dos víctimas recuperaron su libertad.

Imaginemos cuál sería la historia si ese guardia no hubiera alertado sobre su sospecha. “Posiblemente estos 18 secuestradores hubieran seguido libres, secuestrando y matando”, reconoce Alfredo Castillo Cervantes, procurador de justicia del Edomex.

En una entrega de su columna “Justicia Posible”, el titular de la PGJEM narra también cómo una decisión, tomada en cuestión de segundos, hizo posible esta detención.

A continuación la columna de Alfredo Castillo Cervantes:

Compraron alcohol y algodón para mutilar a una víctima
En alguna ocasión siendo subprocurador me informaron que en un lugar apartado a la región que me correspondía habían puesto a disposición a dos personas que se encontraban armadas. El Ministerio Público adscrito a dicha región me comentó que estas personas habían sido detenidas afuera de una farmacia en un centro comercial ya que al vigilante se le había hecho sospechoso que dos hombres tatuados compraran algodón y alcohol con una tarjeta de débito.

El Ministerio Público me informó que los iba a remitir a PGR porque el delito de portación de arma de fuego es de competencia federal. ¿Ya los investigaste? Pregunté. ¿Ya validaste de quién es la tarjeta de débito? ¿Ya sabes por qué iban a comprar algodón y alcohol dos tatuados? ¿Ya solicitase sus antecedentes penales? ¿Ya analizaste si el arma está relacionada en algún homicidio?

Como una especie de “corazonada”, sentí que podía haber algo más allá en este asunto. De manera inmediata le pedí a mi persona de más confianza que se trasladara al lugar de los hechos. Había decidido no remitir a los detenidos a PGR hasta en tanto no tuviera respuesta a esas preguntas.

En el interrogatorio se determinó que estos sujetos habían ido a comprar algodón y alcohol porque se disponían a cortarle el dedo a una de las víctimas que tenían secuestrada. También se acreditó que la tarjeta de débito utilizada era de uno de los secuestrados.

La decisión ahora era crucial, inmediata y muy delicada. ¿Deberíamos incursionar en el domicilio donde tenían a los secuestrados de manera inmediata o esperar? La región era lejana para esperar el traslado del grupo táctico especializado que estaba concentrado en Toluca.

Me preocupaba que los demás secuestradores advirtieran que sus cómplices no regresaban y que ante eso movieran a las víctimas o en un extremo al sentirse descubiertos, las mataran.

Éstas son las decisiones difíciles que no quisieras tener que tomar, pero que debes hacerlo, y en segundos. Por un lado me lamentaba el no tener más datos para valorar la posible incursión: cuántos eran, qué tipo de armamento tenían, cuántas víctimas tenían secuestradas, en qué condiciones podrían tenerlas, etc. Así también pensaba que mi gente no contaba en ese instante con todos los aditamentos tácticos para una incursión y un posible enfrentamiento armado con los secuestradores.

Con segundos para tomar una decisión, sabiendo perfectamente que el fracaso de lo que aconteciera en los próximos minutos tendría consecuencias funestas en todos los sentidos: con las víctimas, con sus familiares, en mi vida profesional, opté por incursionar.

Por un lado había algunos datos poco claros, pero por el otro lado, consideraba que teníamos también información importante y sobre todo el factor sorpresa.

Minutos después (que para uno son horas), mi coordinadora de ministerios públicos (una mujer muy valiente que hoy realiza una excelente labor investigando homicidios) me informó: “Jefe, tenemos cinco secuestradores detenidos, dos víctimas liberadas y un secuestrador muerto. Nos están poniendo las demás casas de seguridad”.

Ese día, se incursionó en 11 domicilios y se detuvieron a 18 secuestradores. El mayor número de secuestradores que hayamos detenido hasta ahora en una sola acción. Se encontraron chalecos antibalas, pasamontañas, esposas, camas acondicionadas para tener a los secuestrados, armas largas, armas cortas, granadas, vehículos con reporte de robo.

En el traslado hacia Toluca nos apoyó el Ejército. Más de 150 elementos resguardaron el traslado. En la oficina todos nos abrazábamos y celebrábamos. Habíamos logrado uno de los operativos más exitosos contra el secuestro gracias al criterio de un guardia quien entendió perfectamente que a veces los pequeños detalles te dicen todo.

Este tipo de “inteligencia” lamentablemente es poco común, derivado que muchas personas que pudieran ser grandes “informantes” de una manera anónima, han optado por el silencio, sin percatarse de lo valioso que puede llegar a ser la información que provean a las autoridades.

Imaginemos si el guardia de seguridad hubiera pensado que no era su bronca que esos dos hombres tatuados compraran alcohol mientras no causaran un daño a la farmacia en específico, y por tanto, no hubiera pedido el apoyo. Posiblemente estos 18 secuestradores hubieran seguido libres, secuestrando y matando.

Piense usted estimado lector lo importante que puede ser que un vendedor de autos avise cuando llega una persona a comprar un vehículo de cientos de miles de pesos y lo pague en efectivo, y además le solicite que el vehículo se facture a nombre del chofer.

O imaginemos cuantas casas de seguridad se hubieran desactivado si un vendedor o arrendador hubiera avisado cuando el comprador o arrendatario solicitó una venta o renta sin cuestionar el precio, pagando en dólares de baja denominación, y solicitando que no se escriturara o se registrara el contrato.

Vayamos más lejos, qué pasaría si un cirujano avisara que una persona le ha solicitado una operación para cambiar su rostro. O un vendedor avisara cuando alguna persona sospechosa ha ido a comprar cinta canela, bolsas negras o hieleras, y portan varios celulares y circulan en camionetas sin placas.

Estoy plenamente convencido que el día que podamos sumar a estos “vigilantes itinerantes” no habrá organización delictiva que pueda vivir en el anonimato. El día que volvamos a pensar que una amenaza en contra de uno es una amenaza para todos, este país va a ser otro.

Estoy cierto que varios dirán que esta falta de confianza la hemos generado nosotros como autoridad cuando se detectan servidores públicos coludidos en actividades ilícitas. Pero también debemos recordar que muchos de los ejemplos que aquí hemos dado, ni siquiera requieren la presentación de una denuncia formal o la ratificación de ésta; simple y llanamente es aportar datos de manera anónima.

Los delincuentes se pueden “esconder” de la autoridad, pero nunca de la sociedad. Así de fácil. Ojalá que muchos de los lectores puedan convertirse en nuestros aliados. Nuestro correo es cerotolerancia@edomex.gob.mx. Estaremos a la espera de contar con esta valiosa información.

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