MÉXICO, D.F., diciembre 6 .- Que Enrique Krauze escribió “La silla del águila” y no Carlos Fuentes; que fue Isabel Restrepo quien escribió la novela “La isla de la pasión” y no Laura Restrepo; que el autor de “El Aleph” es José Luis Borgues
y no Jorge Luis Borges o que la novela que escribió Carlos Fuentes en
1969 no se llama “La región más transparente” sino “La ciudad más
transparente”, son algunas de las pifias en las que han caído los
políticos mexicanos cuando se meten a hablar de literatura.
La pifia, esa palabra que proviene “de pifiar” y que en el
“Diccionario de la Lengua Española” se define coloquialmente como:
“error, descuido, paso o dicho desacertado”, ha marcado la historia de
políticos como Vicente Fox, Josefina Vázquez Mota, Enrique Peña Nieto,
Ernesto Cordero, Cristian Vargas y Edith Ruiz Mendicuti, quienes al
hablar de sus gustos literarios o apostar por las citas, han citado mal
el nombre de los escritores y de sus obras.
Los casos de equivocaciones de políticos mexicanos al hablar de
literatura son varios en la historia reciente. Si en 2001 el entonces
presidente de México, Fox, llamó a Jorge Luis Borges, José Luis Borgues;
pasados siete años Vázquez Mota, entonces secretaria de Educación
Pública dijo que una de las obras monumentales de Carlos Fuentes era “La
ciudad más transparente”, cuyo título real es “La región más
transparente”. Días antes había dicho “Hoy es el cumpleaños número 80 de
Octavio Paz…” cuando en realidad hablaba de Fuentes.
Apenas este lunes, Ernesto Cordero, le cambió el nombre a Laura
Restrepo y la llamó Isabel Restrepo, autora de “La isla de la pasión”,
esto, luego de criticar que Peña Nieto le adjudicara a Enrique Krauze el
libro “La silla del águila”, de Carlos Fuentes.
Tiempo atrás, en una ceremonia donde la Asamblea Legislativa del DF
reconoció a José Emilio Pacheco, el diputado priísta Cristian Vargas,
dijo que había leído “Crónica de una muerte anunciada”, y su colega
perredista Edith Ruiz Mendicuti, celebró sus obras “Las batallas en el
desierto”, “Cuatro cuartetos” y “Un tranvía llamado deseo”.
¿Qué provocan las equivocaciones de los políticos que hablan de
literatura? El doctor en Sociología, Roger Bartra, asegura que es la
falta de cultura y ese “es un problema endémico entre los políticos” que
arrastramos desde el antiguo régimen y que tiene que ver con el
desprecio por la cultura o la manipulación de la cultura con fines de
legitimación del poder político.
“He dicho muchas veces que en México, además de graves problemas
económicos, estamos sufriendo problemas de civilización y de cultura, y
este analfabetismo de la mayoría de políticos mexicanos, es un síntoma
de esta especie de crisis civilizacional. Tenemos una clase política muy
deteriorada, de muy bajo nivel, las puntas del iceberg son los
disparates de Peña Nieto que muestran que aparentemente no ha leído
ningún libro completo en su vida”.
Para el escritor Jorge García-Robles, el político es un actor no
confeso que ha de representar su papel según las circunstancias, un ser
pragmático que no un intelectual, que vive de y para la acción y no para
la reflexión.
“Una de las exigencias que el teatro político actual le exige a
nuestros histriones gobernantes, es simular conocer por lo menos el ABC
del menú básico de los libros de moda, diálogo escénico que por lo visto
no logran aprenderse de memoria, lo que muestra —además de su
mediocridad actoral— un auténtico desprecio por la lectura y un absurdo
despropósito cuando como merolicos pregonan la necesidad de leer”,
señala el escritor e hijo del Premio Nobel de la Paz, Alfonso García
Robles.
El escritor Pablo Boullosa afirma que en estos errores imperdonables
se deben ver dos extremos: gastan millones del erario público para
crearse una imagen y falsas expectativas que en un acto fortuito, al
hablar de libros destruyen ellos mismos esa expectativa.
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