Agustín Basave presentó anoche su renuncia a la dirigencia
nacional del PRD, luego de asegurar en una carta que no existen condiciones
para que pueda ejercer el cargo. “A las personas que me invitaron a contender
por la presidencia del PRD les advertí que yo no sirvo para florero, y que de
llegar al cargo lo asumiría a cabalidad”, expuso.
En la misiva asegura que su decisión no se debe al rechazo
de corrientes perredistas a las alianzas
con el PAN.
“Renuncio porque después de votar unánimemente que yo negociara
con ese partido, el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) desestimó y desvirtuó los
resultados de esa negociación -que a mi juicio es la mejor que ha conseguido en
el PRD-”, expone.
Basave, quien apenas hace dos meses se convirtió en el
dirigente perredista, refirió que este acuerdo permitía que el partido tuviera
paridad en el número de estados donde decidirían las candidaturas.
“Pero el asunto es más grave, porque las alianzas que en
este texto se proponen, como las cuatro que se propusieron en el CEN el 22 de
diciembre pasado -que en la lógica del PRD es el peor de los mundos posibles,
puesto que incluyen el peor estado (Puebla) y excluyen el mejor (Tlaxcala)- así
como las dos que se aprobaron, responden a intereses tribales, no partidarios.”
Expuso que creyó que el instinto de supervivencia ante la
crisis en el PRD “podrían contrarrestar la injerencia de diversas instancias
gubernamentales al interior del partido y las luchas por el control interno”.
Al asegurar que “existe una disputa por jirones de nadería”,
explicó que en el PRD no hay plena conciencia de la situación política ni de
los predicamentos económicos.
“Pese a que este año recibiremos 30% menos en prerrogativas
y tendremos que pagar varias multas, casi todos exigen un aumento a su presupuesto,
aun quienes ya cuentan con una considerable infraestructura”, argumentó.
Otro de los puntos que menciona para poner su renuncia es
que la misma expresión que lo impulsó a contender es la misma que lo hace dejar
el cargo, ya que aun si se llegara a un acuerdo habrá al menos cinco miembros
del CEN que estarán dispuestos a sabotearlo, como el secretario de Organización
del PRD, Camerino Vázquez.
Cabe señalar que el acuerdo había quedado para que en ocho
estados se establecieran alianzas con el PAN: Puebla, Veracruz, Tabasco y
Durango encabezadas por el blanquiazul; Tlaxcala, Hidalgo, Oaxaca y Zacatecas
tendrían candidatos del PRD.
En principio, Héctor Bautista, líder de la corriente ADN,
había apoyado dos alianzas; sin embargo, momentos después rechazó la de Puebla.
Al cierre de esta edición, las corrientes internas del PRD
se mantenían reunidas para analizar la situación.
CARTA ÍNTEGRA DE AGUSTÍN BASAVE
LIC. ÁNGEL ÁVILA ROMERO
Presidente del Consejo Nacional del Partido de la Revolución
Democrática
Presente.
Llegué a la Presidencia Nacional del partido consciente de
la enorme dificultad del reto. Sabía de la complejidad de un partido
horizontal, heterogéneo, con tendencias centrífugas, hundido en la peor crisis
de su historia. Sabía de las heridas de guerra que han marcado a sus
corrientes, de las pugnas entre dirigentes, de la cercanía al priismo de
algunos de ellos, de las corruptelas en varios de nuestros gobiernos. Pero
también sabía del tamaño de nuestra militancia, de la convicción y la esperanza
de millones de afiliados a lo largo y ancho del país; gente limpia, sedienta de
un liderazgo con nuevo rumbo. Y sabía de la urgente necesidad que tiene México
de contar con un partido de izquierda socialdemócrata, eficaz combatiente de la
desigualdad y la corrupción que zahiere al país, inequívocamente opositor a
este gobierno corrupto e inepto.
Con todo, debo
confesar que no había medido las enormes animadversiones tribales, mayores a
las rivalidades con cualquier otro partido. Creí que la consciencia de la
crisis que atravesamos y el instinto de supervivencia podrían contrarrestar la
injerencia de diversas instancias gubernamentales al interior del partido y las
luchas por el control interno y por la interlocución con el gobierno, que hoy
están desgarrando al PRD. Pensé que el hecho de que casi todas las corrientes
tuvieran la audacia de apoyarme para llegar a la Presidencia Nacional,
sabedores de mi pública y vehemente oposición al proyecto del PRI de restaurar
el autoritarismo, el régimen de partido hegemónico y el presidencialismo sin
contrapesos, constituía una esperanza de que yo podría construir un apoyo
mayoritario para lograr el renacimiento de nuestro partido. No me cabía la
menor duda de que tarde o temprano surgiría un diferendo que me obligaría a
confrontar a alguna o algunas de ellas para afianzarme como presidente, pero
confié en tener tiempo para construir un movimiento de opinión pública que me
diera la fuerza necesaria para hacerlo.
Pero la confrontación se precipitó. Y quedó de manifiesto
que varios de los dirigentes que me dijeron que mi ventaja sería situarme por
encima de los grupos esperaban, en el fondo, que yo diera trato preferencial al
suyo si no es que de plano me decantara como un miembro de facto de su
expresión. He aquí el meollo del asunto: en realidad no hay consciencia de la
terrible situación política que vivimos y, dicho sea de paso, tampoco de nuestros
graves predicamentos económicos, porque pese a que este año recibiremos 30%
menos en prerrogativas y tendremos que pagar varias multas, casi todos exigen
un aumento a su presupuesto, aún quienes ya cuentan con una considerable
infraestructura. La verdad es que existe una disputa por jirones de nadería.
Por ello, y porque no existen las condiciones para que yo
pueda encabezar un partido de verdadera oposición, he decidido renunciar a la
Presidencia Nacional de Partido de la Revolución Democrática. Sé que mis
malquerientes se van a cebar en mí; unos dirán que mi renuncia prueba que soy
un académico ingenuo y temperamental, otros que mi antipriismo y mi aliancismo
fueron excesivos, y los peores, los que están al servicio de este PRI-gobierno
que ha elevado la corrupción a niveles históricos, me seguirán calumniando y
recurrirán a todo tipo de descalificaciones. Las aves carroñeras, por
desgracia, abundan en el entorno político. Eso sí, voy a dejar muy claro cuáles
son las razones de mi decisión.
No renuncio porque se haya rechazado una u otra alianza con
el PAN. Renuncio porque después de votar unánimemente que yo negociara con ese
partido, el Comité Ejecutivo Nacional desestimó y desvirtuó los resultados de
esa negociación -que a mi juicio es la mejor que se ha conseguido en el PRD,
pues por primera vez iríamos en paridad en términos del número de estados donde
decidiríamos las candidaturas- y sobre todo porque el comunicado que firmaron
el pasado 7 de enero quince miembros del CEN tuvo dos significados inadmisibles:
1) el desaseo institucional de realizar una votación mediática sin informar de
ella previamente a la Presidencia del partido, una votación que por cierto se
preparó el mismo día en que sostuve reuniones con los liderazgos de las
expresiones para lograr un acuerdo que yo ideé y en el que yo aceptaba una
cantidad menor de alianzas a la pactada con la dirigencia panista en aras del
consenso interno; y 2) la desautorización de mi eje táctico de negociación, el
que revela la famosa grabación filtrada, el de no admitir la coalición en
Puebla -la entidad más adversa para nosotros, donde una parte del perredismo ha
sido bastante golpeada- a menos que se libere a nuestros compañeros y se acepte
una candidatura común encabezada por nuestra candidata en Tlaxcala -el estado
donde una candidatura común nos daría las mayores probabilidades de ganar-, con
lo cual me dejaron en estado de indefensión. Y es que, al votar públicamente
por el quid pro quo de Oaxaca más “otra entidad del interés del partido aliado”
-todos sabemos que el PAN siempre ha vinculado a Oaxaca con Puebla-, los
firmantes del comunicado prácticamente invalidaron mi proyecto negociador, el
mismo que todos los jefes de corrientes habían respaldado en una reunión a la
que convoqué expresamente para ese propósito. Ningún presidente de partido en
ninguna parte del mundo puede sostenerse en semejantes condiciones de
debilidad, con su credibilidad como representante de su instituto político
seriamente mermada de cara a sus interlocutores externos. Y si puede sobrevivir
tras ser desautorizado a tal grado, debe renunciar por elemental dignidad.
Pero el asunto es más grave, porque las alianzas que en ese
texto se proponen, como las cuatro que se propusieron en el CEN el 22 de
diciembre pasado -que en la lógica del PRD es el peor de los mundos posibles,
puesto que incluyen el peor estado (Puebla) y excluyen el mejor (Tlaxcala)- así
como las dos que se aprobaron, responden a intereses tribales, no partidarios.
Se eligieron las entidades con dos criterios: beneficiar a una corriente y no
contrariar al PRI-gobierno. Esa es la verdad. Y el audio de esa sesión que en
un acto de traición se filtró a los medios tenía como propósito precisamente
reventar las alianzas que el priismo quiere impedir a toda costa, primordialmente
la de Veracruz y secundariamente la de Hidalgo y, de paso, beneficiar al
gobernador poblano. No comparto la interpretación aritmética de la
excepcionalidad que dispuso nuestro Congreso Nacional para las alianzas “más
allá de la izquierda”, que asume que las condiciones excepcionales significan
aliarnos con menos de la mitad de los estados en juego, porque considero que lo
excepcional está en el gran daño que el PRI le está haciendo al país y a los
estados que gobierna, algunos de los cuales padecen verdaderas satrapías.
Tampoco coincido con la tesis de que aliarnos con el PAN es intrínsecamente
erróneo, y he escrito varios artículos donde sostengo que las alianzas de
amplio espectro, programáticas y de gobierno, pueden ser buenas para el PRD, para
el PAN y sobre todo para la gente de esos estados. Con todo, respeto a quienes
por convicción defienden esa interpretación y juzgo válidos los argumentos que
se esgrimen contra las alianzas en función del fracaso de varias de las que se
realizaron en el pasado. Lo que no acepto es que otros usen esos argumentos
como parapeto para ocultar otras intenciones, moralmente indefendibles.
A las personas que me
invitaron a contender por la Presidencia del PRD les advertí que yo no sirvo
para florero, y que de llegar al cargo lo asumiría a cabalidad. Luego algunos
columnistas, de los que practican el nado sincronizado con coreografía oficial,
me atacaron hasta el cansancio con la cantaleta de que yo sería o ya era un
títere de las tribus perredistas. Pues bien, si algo de decencia hay en ellos
deberán admitir que erraron el tiro. Ironías de la vida: ahora se me acusa de
autoritario, de pretender que mi voluntad prevalezca sobre la de la de las
corrientes. No es cierto, puesto que he acatado la voluntad mayoritaria del CEN
en contra de mi postura en casos como el de Colima y he flexibilizado mi
propuesta bajándola de ocho a seis estados. Pero ha quedado claro que no me
plegué a los designios de facciones internas y que me opuse terminantemente a
actuar para servir a los intereses del PRI-gobierno. Y es que, como lo he dicho
muchas veces, es este y no otro el dilema del PRD: o demuestra que tiene los
arrestos para resistir el embate corruptor del régimen y ser un auténtico
partido opositor o acepta que se le dicte qué hacer en el ámbito electoral o en
materia legislativa. O actuamos o no actuamos con apego a la ética política; o
somos o no somos oposición.
En estos dos meses hice todo lo que pude por fortalecer a
nuestro partido. Trabajé al máximo de mi capacidad, entregué todo mi tiempo y
mi empeño. Creo que no cometí errores graves, pero es evidente que mi esfuerzo
fue insuficiente. Es hora de hacerme a un lado para que quienes me desacreditan
se hagan cargo de la Presidencia. Ya hemos perdido demasiado tiempo en deliberaciones
cupulares y las dirigencias estatales están prácticamente paralizadas,
esperando que el CEN tome decisiones, y urge acabar con el lamentable
espectáculo que a raíz de la filtración estamos protagonizando ante la opinión
pública, que afecta todavía más nuestra de por sí deteriorada imagen de
rijosidad y desorden. A estas alturas deberíamos de estar procesando en detalle
todos los programas y las candidaturas. Por respeto a nuestros compañeros y
compañeras en los estados no debemos prolongar esta disputa estéril que tanto
perjudica al partido, y por respeto a mí mismo debo renunciar. Que me sustituya
quien tenga los instrumentos para solucionar esta enésima reyerta interna,
quien tenga apoyo para meter en razón a las partes en pugna. Yo ya no puedo hacerlo,
porque la segunda corriente del partido, ADN, me ha convertido deliberadamente
en parte del conflicto y me ha imposibilitado ejercer el papel de árbitro que
me corresponde. Aquí hay una triste paradoja: la expresión que más me impulsó a
la Presidencia es ahora la que me empuja a renunciar. Aún si se pudiera
resolver el actual diferendo, yo quedaría en una posición insostenible, con una
gobernabilidad precaria, puesto que tendría al menos cinco miembros del CEN
dispuestos a sabotearme, empezando por el secretario de Organización. No es un
dato menor lo dicho por él, seguramente dictado por el coordinador de su
expresión: revela que no creen que pueda haber una persona en el PRD sin el
chip tribal, y que por tanto yo, aunque he sido aliancista desde hace muchos
años, soy incapaz de tener mi propia idea de cómo enfrentar las elecciones, mi
propia ruta política, y soy manejado por el líder de un grupo emergente para
implementar un plan que impida su edificación de un nuevo bloque mayoritario y,
peor aún, para llevar a la Presidencia de la República a un político a quien yo
he enfrentado mientras ellos han avalado, pactando con él y otros actores
externos su paquete de alianzas. No por ridícula esta presunción
conspiracionista es menos ofensiva para mi persona.
En suma, no estoy dispuesto a presidir a medias un partido,
y menos a conducirlo al abismo, a donde en mi opinión se dirigirá si el acuerdo
de alianzas no se decide en Benjamín Franklin sino en Bucareli. Sería ominoso
que los operadores priistas se salieran con la suya por flaquezas perredistas.
Me los puedo imaginar riendo a carcajadas, felices porque avanzan en su
objetivo de retener la gubernatura veracruzana. En fin. Si otros quieren
convertir a nuestro partido en un satélite del PRI, que pese sobre su
conciencia. Yo regresaré a mi trinchera en la Cámara de Diputados y seguiré
luchando desde ahí por hacer de mi partido una izquierda autónoma, de oposición
inequívoca. Por último, aclaro que no renuncio a mi militancia en el PRD porque
la inmensa mayoría de nuestros compañeros y compañeras de base son gente buena
que hace a nuestro partido susceptible de redención y porque, aunque menguada,
mantengo mi esperanza de hacer de nuestro partido la opción de izquierda
socialdemócrata que México necesita.
Le solicito formalmente a usted, licenciado Ávila, convoque
al Consejo Nacional para que conozca de mi renuncia y decida quién habrá de
sustituirme, y para que determine qué alianzas podremos realizar.
Atentamente,
México, DF, a 11 de enero del 2016
Democracia ya, Patria para todos
Agustín Basave
Presidente Nacional del PRD
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